martes, 10 de noviembre de 2009

Visita al psiquiatra.

Cuando me arrastraba cual reptil herido por los suelos del depa, supe que debía aceptar que necesitaba ayuda, que no era normal verme reducido a escombros tan a menudo, tan seguido y de manera gratuita; porque sin chupar o drogarme, me sentía como si lo hubiera hecho y en exceso, entonces fue por eso que le hice caso a papá y a Valeria y a la psicóloga que me atendió la última vez: debía visitar al psiquiatra.

Como soy un esquilmado convicto y confeso, tuve que dejar que Valeria me preste dinero para costear una consulta en una clínica; ella me llevó a un nosocomio decente y sacó una cita para la tarde y pagó una escandalosa suma de dinero por esa empresa, y la pagó billete tras billete, en one, sin reparos ni tacañerías, la pagó porque me quiere y por ayudarme, y la pagó a pesar de que, yo sé, ella sabe que quizá nunca yo le pague a ella.

En la sala de espera había mucha gente, muchos pacientes esperando impacientes por ser atendidos, ¡cuánto loco, caray, quién lo diría! Todos esperamos a que nos llame el doctor o su enfermera que, a propósito, está bien rica y bien provocativa esa chata, y yo la miro con ganas y luego, cuando miro a otro lado, recuerdo toda la mierda que tengo en la cabeza y entonces sólo encuentro ganas de morir.

La enfermera me llama y yo doy un respingo y camino hasta el cuartito donde está el doctor. Valeria me mira con una sonrisa y me dice “suerte”, y yo la miro con gratitud mientras camino ensombrecido. Una vez adentro, veo al honorable psiquiatra, que es un chino como casi todo en esa clínica, es un hombre pequeño y viejo y parece más alunado que yo, parece un paciente más el muy asiático. Tomo asiento frente a su buró y arrancamos a hablar.

Qué te trae por acá, me pegunta y no me lo pregunta con complicidad, sino más bien como aburrido, como cansado de atender a tanto confundido. Yo le hago un resumen de mi vida, un compendio de mis principales problemas (que no son pocos), y trato de no obviar detalles, confieso todas mis abyecciones como cuando era niño e hice la primera comunión, y contrito le confesé al padre que me gustaba masturbarme.

El psiquiatra no me hace mucho caso, apunta algunos firuletes en una hoja de papel, luego espera a que termine de hablar (y debo resaltar que no se sorprendió de nada de lo que le conté, bien open mind el doc) y me dice: vas a estar bien, los males físicos que sientes son producto de tu mente, de tus nervios. Yo me alegro de saberlo, le digo que es un alivio enterarme de eso. Él me dice que este tema debe tratarse con pastillas, entonces va y rebusca en una vitrina que tiene por ahí y me alcanza dos cajas de medicamentos.

El psiquiatra me dice que debo tomar pastillas en la mañana y en la noche, religiosamente, me explica que son para la depresión y para el sistema nervioso. No me gusta la idea, pero acepto nomás, no me queda de otra, no quiero seguir padeciendo. Mientras el doctor me escribe su diagnostico, yo escudriño en las indicaciones de las tabletas que me ha dado, veo los efectos secundarios, y entre tantos, uno me escandaliza: perdida de la libido.

Entonces imagino lo peor y siento que esas pastillas van a ser un error, porque yo prefiero mil veces estar cagado pero con la pinga enhiesta y ansiosa, que sano pero con la zona urogenital en reposo y a dieta. Entonces, no señor, así no es; le pregunto al doctor si esas pastillas me van a mutilar, y él me dice que no me preocupe, que todos los medicamentos tienen efectos secundarios y que la mayoría son sólo una mínima probabilidad.

Sin que termine de convencerme su respuesta, el doctor sigue arremetiendo contra mí y me dice que el tratamiento durará seis o siete meses, que debo tomar las pastillas todo ese tiempo y que, por siaca, joven, no puede usted tomar licor ni fumar ni drogarse. Yo me rió ladino, como diciendo “buena esa, doc”, pero el doctor no se ríe, sigue serio con su cara de antiguo samurái y yo pienso: putamadre sólo falta que este tío me mande a buscar chamba.

El psiquiatra y yo nos despedimos, me dice que debo verlo mensualmente y me dice una vez más que voy a estar bien. Yo le doy la mano y trato de convencerme de que puedo ser felíz sin todo lo que tengo prohibido, porque mi estragada salud me pide una mano, porque no me quiero extinguir en el corto plazo. Y entonces salgo con las pastillas que deberé tomar cual flaca con sus prudentes anticonceptivos, y pienso “para qué me habré reído y disfrutado de no ser mujer, cuando veía flacas tomando sus pastillitas para no quedar encinta. Es el karma, es el karma”

6 comentarios:

  1. acabo de ver el video, la canción esta muy buena, ya habia olvidado q tocabas

    chevere la historia, q tal conflicto entre la libido y normalidad

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  2. Es como el amor, que se necesita más y más inyección de amor para seguir viviendo , pero con la diferencia que se sabe que se esta queriendo y sufriendo, no quieres olvidar, ni sacarlo de tu mente, y no lo puedes sacar de la mente, pero si se tiene la ayuda de alguién que te ayude bien , tal vez algún día todos terminamos visitando a un psiquiatra. Karmas de la vida julius .

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  3. pau.....hablas webadas!! se nota q tienes muchos sentimientos y frustraciones...xq no t creas un blog d una vez x todas?

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  4. crees q diciendo q hablo webadas es un argumento sensato para tener en cuenta tu opinión, en la variedad de opiniones esta la riqueza de una conversación siempre y cuando estas se cimienten en sólidos argumentos , se nota que no tienes nada que hacer, ahí queda chao.

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  5. jeje!me haz hecho recordar mi epoca en la que tenia que tomar pastillas,anfetas y mas anfetas!...al comienzo estube con un doctor igual al tuyo,pero azares del destino me llevaron al que hoy es mi doctor,un poco mas sensato,mas real,aun asi lo odiaba por recetarme tantas pastillas malditas que lo unico que hacian era undirme en un profundo sueño,mis ojos exorvitados,la incoherente manera de hablar,las pastillas te tienen en su poder,en su mundo adormitado!....pero bueno me cure por cuenta propia y hoy no tomo ninguna de esas pepas soñadoras...ahora que vuelvo a la sala de esperas,miro los mismos rostros que miraba ayer frente al espejo,pero bueno todo pasa....

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