lunes, 12 de septiembre de 2011

La Marcha.

A la marcha, vamos, vamos. No te quedes quieto, nunca, es el peor error. Aunque, claro, a veces por moverte mucho te mueves para el lado equivocado, metes la pata, te embarras, te sumerges en estiércol y luego golpeas la pared pidiéndole a Dios algo de compañía y misericordia.

A esta vida, quién la entiende. No sé si alguien, pero yo no. Yo desconozco. Sé simplemente que me gustaría irme de una buena vez a algún lugar lejos de aquí, de esta ciudad, país y región. Yo odio los viajes, pero ahora quisiera hacer uno, uno largo y sin vuelta a la vista. Qué otro sentido tiene andar por las mismas calles, por las mismas iglesias y mercados, ver a tus enemigos tan de cerca y a los amigos tan de lejos. Se trata de moverte. De eso se trata.

Viajar, por ejemplo, tan lejos que ni de cerca podría adivinar la distancia. Viajar a Italia, morir allá, entremezclarme con esos seres y dominar su sibilino idioma, como quién se pasea en el lomo de un toro bravo. Podría vivir trabajando como un asistente de cocinero en algún restorán, como un tercerón, viviendo en un piso alquilado, tocando a la guitarra, haciéndole el amor a muchas lugareñas, y hablando italiano como un insuperable orgulloso. Podría vivir así, y seguramente me gustaría.

Hallaría una vida así, como fabulosa, como extraordinaria, y mandaría al diablo mi encomiable trabajo como periodista, mi sufrida labor de escritor, y demás sueños cumplidos que en suma ahora no me significan gran cosa (menos el sueño de salir en la tele y ser conocido por el pueblo peruano, pues en ese ardid soy un cabal perdedor).

Viajar y escuchar mil veces canciones de kevin Johansen, cantarlas y cantarlas, susurrárselas al viento. Y llevarme conmigo el Poema 20 de Neruda (sólo ese, el único y el que más me gusta) y leerlo y leerlo, sin fin, sin conocer jamás el hartazgo, sintiendo que mis noches son profundas. Y leer también, por millonésima vez, el Puente Sobre el Río del Buho, y sonreír pensando que en cualquier momento despierto y nada de esto ha pasado ni pasará.

Quiero irme porque acá ya hice todo lo que tenía que hacer, y más precisamente porque también hice todo lo que no tenía que hacer. Quiero marcharme porque es tedioso reírte del mismo chiste una y otra vez, y este lugar me significa un chiste repetido, sin gracia, sin sentido, resentido.

Quiero caminar con las manos en los bolsillos, sin mirar atrás, sin mirar a nadie más, simplemente con la creciente sensación de que las canciones, el poema, y los cuentos me esperan al final del camino, bajo la noche profunda y sus luces y su olor.