martes, 19 de diciembre de 2017

El Control

Despertó dando una fuerte sacudida, sintiendo que se le salía el corazón del pecho. Obnubilado a medias, entendía al menos que algo no andaba nada bien. La agitación, la premura del palpitar, el sudor en la frente, todo delataba el mal momento. Se frotó los ojos con los dedos, fuerte, como queriendo en realidad frotarse la conciencia. no había dolor físico, era mucho peor.
el silencio de la noche se rompió de la peor forma. ¡el control!, ¿dónde está?, se preguntó en voz alta. sentado sobre la cama, con la frazada cubriéndole solo las piernas. La habitación lucía tenuemente iluminada por la lluviosa imagen distorsionada que emergía del televisor prendido. Palpó con las manos en derredor, haciendo sonar el colchón, las almohadas, las sábanas. ¡el control!, ¿dónde está?

no quiso pensar, pero era imposible. Empezó a recordar, aunque no quería. Se agitó de nuevo mientras intentaba, sin éxito, guardar la compostura. ¡Lo he perdido! se arrastró por la cama, que tendría qué, dos plazas, no más, se arrastró por las dos plazas entonces, como si de una isla se tratase. Buscaba, hurgaba en su isla pretendiendo encontrarlo. ¡el control, Dios, el control!

De pronto se paralizó de un respingo. quedó inmóvil de rodillas en la cama. La lluvia de la pantalla parecía hacerse pertinaz, el sonido crecía, schh schh schh, un chirrido sobre otro y otro más, incrementándose. ¡alguien más lo tiene, alguien sube el volumen, lo incrementa, alguien juega conmigo!

Primero se cubrió las orejas con las palmas de las manos, se estremeció en postura fetal. sintió lástima de sí mismo. Cerró los ojos fuertemente y recobró los bríos, nunca se había considerado frágil, no podía permitírselo ahora. se sacudió y regresó a la búsqueda mientras el aparato seguía chillando. Desesperado, él se lanzó fuera de la cama, como quien se mete un chapuzón, y terminó en el suelo buscándolo entre zapatillas, papeles y basura, entre su desorden.

¡Me tortura, me quiere matar! El volumen se incrementó aún más y más, y la imagen distorsionada ya no parecía una lluvia, sino un diluvio. Raptó como pudo, por aquí, por allá. Arrojaba de su camino zapatillas, papeles, basura, y nada de el control. Se supo derrotado y saboreó el fracaso de su osadía allá en el piso, enfrentando lo desconocido. 

No le quedaban opciones. regresó a duras penas a la cama apoyando los codos, impulsándose con las rodillas, mientras ese ruido horrible lo escoltaba. Regresó y se cubrió nuevamente las orejas, esperando lo peor. ¡no puedo hacer nada, el control lo he perdido! Rumiando languideció y terminó dormido por enésima vez. 

lunes, 15 de mayo de 2017

¡Ay, mamá!


Entro a casa apurado, es la tarde del sábado, estoy apurado por cambiarme y salir. En la sala esta

Irmita, concentrada, hipnotizada por el televisor encendido. Irmita, que me conoce años, que me quiere como un hijo aunque no lo sea, que tal vez lo hace porque mis padres le pagan para que haga las labores de la casa, labores como querer a los miembros de la casa; ella que me conoce tanto, decía, sabe que odio la televisión y al verme da un respingo y "perdone, joven, estaba viendo el show de la Chola Cachuca".

 La contemplo enternecido y me le acerco cómplice, "todo bien, Irmita", le digo mientras me siento a su lado. Sé que mañana domingo es el día de las madres y que ella tiene a sus hijos lejos, en la sierra, trato de consentirla al menos en esa pequeñez: "¿Qué ha pasado en el programa de la Chola Cachuca, Irmita, que veo que todos estan llorando?", le pregunto divertido, al notar que varios panelistas vestidos de manera graciosa lagrimean junto a la anfitriona del programa. "Es el especial del día de la madre pues, joven, la Cholita linda está sorprendiendo a sus invitados poniendo fotos con sus mamis en televisión nacional", me explica entusiasmada.

En efecto, mismo reality, trataban de conmover -sin mucho esfuerzo- a los invitados del programa, pues les ponían a cada uno un acopio de fotos junto a sus señoras madres, fotos que -seguramente- en la intimidad de sus casas les arrancarían hasta una sonrisa, pero que allí en ese alicaído set de televisión los quebraban, los hacían tiritar, sobarse los ojos y finalmente confundirse en un mismo abrazo con la Chola, ante el aplauso de los asistentes y el conmovido equipo técnico del programa.

"Dios te me bendiga, Cholita del alma", rezó en voz alta Irmita. "¿Pero qué de milagroso ha hecho?", le pregunté, "¿acaso esos tipos no verán a sus madres saliendo del programa, o es que han pasado a mejor vida?". "Cállese joven, no diga eso, esas mamitas están vivitas y coleando, solo que en tele es así pues, da ganas de llorar", explicó, mientras me señalaba el televisor ya que un enano vestido de mujer estaba a doble pantalla, junto a varias fotos de él con su mamá. -me causó risa, pero no me reí por Irmita. Las fotos de madre e hijo se terminaron y la camara aplicó un zoom agresivo a la cara del enano que miraba lloroso, desencajado, torcido... hizo un silencio y luego no pudo más, rompió a llorar y a abrazar a la anfitriona diciendo en medio de un suspiro "¡Gracias, Chola!", el público estalló en aplausos en el set y luego el enano, secándose las lágrimas agrego más calmado: "viejita espérame con la comida que ya llego y estoy con un filo..."

Irmita aplaudió divertida. Me le quedé mirando fijamente y noté que tenía los ojos vidriosos, que guardaba ganas de llorar, seguramente por tener a sus hijos lejos, o tal vez porque tenía ganas de salir también en el programa de la Chola Cachuca. Me le acerqué y le di un abrazo, sin poder evitar imaginar que estaba en ese horrible programa, esperando que el publico aplauda tan tierna escena. 


martes, 3 de enero de 2017

La cara de tonto


Tengo cara de tonto, he llegado a esa conclusión. Y no digo que lo sea, sólo que lo aparento porque así lo percibo: quieren timarme en todos lados. 


Me quiere timar el desconocido, sí, pero también el conocido. El que no me conoce, por ejemplo si es alguien con quien platico, quiere tomarme por tonto contándome mil y un historias, fábulas de niños que espera yo -candidamente- crea a ciegas. Y  yo sé que me miente pero finjo que no.


El que me conoce quiere también verme la cara sobre todo cuando en algo me ha fallado, y busca envolverme con falacias, asfixiarme con cuentos, silenciarme con mitos. En un rapto de estupidez producto de la desesperación olvida que me conoce, que sé que puedo advertir que me engaña, e igual trata de engañarme.



Sin embargo en ningún caso antes contado llega a afectarme en lo absoluto, solo me causa una suerte de asombro por la capacidad del otro en creer que uno es tonto.


Una amante quiere verme la cara, una mujer que me quiere desea embaucarme, una cómplice idílica se propone tomarme por tonto y pasa, casi siempre, cuando las arrincono mentalmente a alguna verdad. En casos así, los argumentos son tan sorprendentes que siempre se superan así mismos, baten record, con perplejidad incluso a veces me provoca aplaudir tamañas recreaciones artísticas. 

Sé que todo es mentira, y mientras escucho trato de ver mi reflejo en algún lado al tiempo que pienso "¿acaso es así como luce un tonto?"

usted que me lee o que me escucha tal vez en su mente, me sabrá comprender, pues o bien le ha pasado, es decir, lo han querido tomar por tonto, o tal vez en algún momento trató también de verme la cara cara a mí, en cualquier caso sabe lo que digo.