domingo, 21 de abril de 2013

El solo

la gente empleaba el baño para agarrarse a tiros, tiros de coca, era una balacera eso. Me apuré a mojarme el cabello y salir, no vaya a ser que al final el tiroteo te llamé la atención. Regresé al salón lleno de sombras, de rayos fugaces de luz, luz de colores, y la bola esa de platino, pegada en el techo, y que no rotaba, no servía, era inútil.

Tomé asiento por ahí, mis amistades no estaban, o estaban entre la gente y yo no los veía. Estarían bailando aquella canción. Ante esa incógnita me dispuse en el filo de un tabladillo donde habíamos dejado unas cervezas. Me serví y tomé de a pocos, haciéndola larga, cavilando en la soledad. 
Alguien que seguramente también pensaba en la soledad vino hacia mi, con el cabello alborotado y una pinta rara, despreocupada.

¿Tienes la hora?, me pregunta. ¡No!, le respondo. ¿Tienes un cigarro?, me pide. ¡Tenía!, le niego. ¿Me invitas un trago? ruega. ¡Sírvete! la complazco. 

Ella no me agradaba, no me gustaba su voz, tampoco su facha, sin embargo se sentó a hacerme compañía,  y su fea presencia al menos me sacó de la soledad.
Entonces charlamos un poco sobre nuestros nombres y edades, y ¿Tienes enamorada?, me pregunta. ¡No!, le respondo. ¿Por qué?, me cuestiona. ¡Por que soy géminis!, le aclaro. ¿Y eso que tiene que ver?, se asombra. ¡No tengo la puta idea!, me río.

Como dejé que se sirva lo que quiera de mi cerveza, ella, que no recuerdo su nombre, después de que incluso me lo repitiera cien veces, ella empezó a contarme sus cosas. Cosas para mi sin ningún valor, aunque en cierto modo me dejó pensando."sí, trabajo en un call center, vendo, vendo cosas a España, me va súper, me dan bonos por vender...". ¿Cuánto te pagan?, le pregunté, y ella obvio que no me respondíó, la gente no responde esas cosas, la gente se siente acorralada con esa clase de preguntas, la gente piensa "a este qué le importa mi sueldo mínimo".

¿Te hacen hablar como española para vender cosas a España?, le pregunté. Ella se rió, pensó que era una broma. Por eso se lo volví a preguntar... ella ahora se puso seria. !imbécil¡, retrucó, y luego se puso de pie y se marchó retrucando. 
Saqué un cigarrillo para acompañar la cerveza, y entonces me sentí bien. Me volví a sentir sólo, pero disfruté de esa soledad abrazadora con mi cigarro mentolado, viendo como la gente bailaba zorba el griego, o al menos moviéndose como si bailasen eso.

jueves, 28 de marzo de 2013

Aquella fue

Llegué al punto. zombie. tratando de sonreir... no sé por qué, tal vez porque el lugar era horrible, la gente estragada, el ambiente denso: era un mercado grande, decadente y turbio cuyos ocupantes estaban a punto de ser desalojados. Ese era el motivo de mi visita, darle cobertura a tan llamativo evento.

Entonces mientras mi compañero camarógrafo trataba de filmar rigurosamente algunos detalles, o mientras bigardeaba fingiendo estar grabando algo menester, yo hablaba con la gente, así: bonito, tratando de usar jergas para que me entiendan: "claro pe´señito, lo injusto es lo injusto, no es justo que los boten.." A ese trote me gané la confianza de la gente, accedieron a que los entreviste, y para entonces ya muchos lugareños se habian reunido, muchas caras, muchos rostros, muchos ojos sobre mi y los mios sobre ellos: compatriotas, eso nos hace parecidos, pero no somos iguales.

Entonces me arranqué a entrevistar a una dama lugareña, que creo representaba a sus coterraneos oprimidos, y en uno de esos momentos perdí la mirada en la multitud, y fue como un imán que me atrajera su mirada, sus ojos. 
Era linda, y no era un sentimiento lascivo el que me hacía verla, o no exclusivamente, era algo más. Sentí que la había visto antes, en algún lado, en alguna circunstancia... estaba vestida así nomás, casualmente, no parecía ser de por los alrededores, pero sino ¿de dónde?

Debía ser de ese lugar, lo que alejaba totalmente la probabilidad de que la conociese, sin embargo todos los momentos que cruzamos las miradas, yo no sólo sentía que la había visto, sentía también que la conocía, que ella me conocía a mí, que eramos algo, o que fuimos... sentí que conocía más que su rostro, más que su mirada: su alma en sí.

Entonces me sentí profundamente perturbado, sentí que ella y yo teníamos alguna clase de historia, alguna vida pasada tal vez, ¿por qué no?, era una locura, pero fue esa locura la teoría más certera. Cuando terminé de entrevistar a la estragada dama, la multitud se fue disipando, y vi como ella se marchaba, entonces me apuré y traté de avanzar hacia ella: "permiso, profe...disculpe, señito... un permisito, mi brother" Sin embargo no pude. Había mucha gente, ella se perdió doblando en una esquina.

No me pude recomponer, seguí pensando, más que en ella, en nosotros, ahora perturbado, ahora siendo un fiel creyente de las vidas pasadas, de una vida pasada intensa que me ha seguido hasta esta misma.

jueves, 31 de enero de 2013

Los nuevos.

Lo que puede determinar un inocente corte de cabello, ¿no? No va que, a riesgo de resultar narcisista, es importante hacer un recontar de las profundas desventuras (por no decir catástrofes) que puede implicar un acto terrorista en el área capilar.

como el entrañable año pasado fue para mi uno sabático, esa lectura le doy, pues logré vivir sin trabajar, sólo de escribir... haciendo, claro, las salvedades de que para mi escribir no es trabajar, y vivir de escribir no significa si quiera tener un sueldo modesto... me entregué al descuido y la veleidad de no pisar peluquería alguna, y dejar que mi cabello crezca a la par de mi entonces buenavida.

sin embargo, como me prometí que haría de este año uno decente, uno que no que me haga distinguido (ya que haber publicado dos libros solo te da una distinción entre las dos o tres personas que leen en tu entorno), y entonces: ¡Bingo!, consigo un puesto de trabajo...

Apenas me hice del puesto me fui a cortar el pelo, porque uno siempre tiene que estar con cara de idiota en un trabajo nuevo, ¿no? Pero, qué suerte la mía, me topo con una peluquera que según me confesó era también nueva en su salón de belleza, y en ese momento fui un redoblado idiota, una bestia peluda, y sin más me puse en manos de aquella aventurera de las tijeras.

paso que daba la estilista, cagada en la que incurría. Yo perplejo, solo oraba en silencio, rogando piedad. La estilista reía, coquetona era, "vas a quedar con tu corte de moda" me decía. Para cuando terminó el espejo me devolvió una imagen terrible, con una cabellera que no le deseo a nadie, o a "nadies" como decía la estilista.

con el folclórico arte de la peluquera plasmada en mi cabello, me dirigí a mi centro de labores, y la aceptación que tuvo fue tal, que perdí todo respeto. Lo sé, o lo intuyo fuertemente al menos. La gente cree que soy un chiquillo tonto, trémulo, nervioso, pueril... cojudo. Y yo no sé cómo demostrar todo lo contrario, pues cualquier acción que haga, bajo el marco de un peluquín en forma de casco, solo me hace terminar más ridículo de lo que parezco.