lunes, 5 de enero de 2015

La caminata secreta del uno del uno



Había escrito mi nombre en la arena usando como lápiz la punta de mi pie. Estaba en medio de la oscuridad en aquél albor de la madrugada. Seguramente me salió cualquier cosa, aunque en realidad eso era lo de menos. No buscaba una obra de arte, sólo un recuerdo mió que dure en la orilla minutos, si acaso instantes, o lo que demore en llegar una ola.

No olvido aquellas ráfagas de colores que pintarrajeaban la oscuridad fugazmente. aquellas explosiones por medio de la cual muchos intentaban expresar su alegría por el nuevo año. No me molestaron gran cosa, no era como en la ciudad, donde cada tronar es un respingo y un cerrar de ojos abrupto. Aquí no. En medio de la inmensidad que significa una playa nocturna, aquellos truenecillos eran en realidad un cosquilleo que incluso me divertía, era lindo achinar los ojos para tratar de observar el mar en tinieblas por un lado, y al girar la cabeza pequeñas lluvias de colores salpicadas en las nubes grises.

Debía ser el único caminante. Mi iniciativa sería obsoleta en año nuevo para cualquier otro. Eso lo hacía tan interesante para mí. Debo ser anacrónico. Estaba un poco harto de pláticas fatuas,  bullas, de gestos, de embriagues de tantos tipos que hay. Hacía tiempo que planeaba en secreto esta caminata.

En un determinado momento, mientras caminaba mojado hasta los tobillos a lo largo de la playa, me coloqué los audífonos y escuché una canción sobre Estar Bien, y otra sobre Estar Feliz, y tuve entonces una sonrisa llena de paz que me hubiese gustado fotografiar para la posteridad, porque realmente me estaba sintiendo bien y feliz, caminando errante, extraviándome entre en el mar y la oscuridad cómplice.