miércoles, 25 de marzo de 2009

Perú Campeón

En unos días –no sé cuántos-, la selección peruana debe enfrentar a la chilena por las eliminatorias al mundial de Sudáfrica. Esto lo sé porque ayer me desperté a las ocho de la mañana y, haciendo zapping, di con CMD (canal 3) y había dos reporteros bien peinaditos, cubriendo la llegada de la selección, y los entrenamientos de la selección, y los baños de la selección, y las comidas de la selección, y cosas así de improbables.


Lo que me jode es que le traten de crear todo un mundo a los televidentes (a veces ingenuos), que aún le creen a los periodistas deportivos cuando dicen que “Perú aún tiene posibilidades” y “vamos por el milagro”, o peor “…matemáticamente”. Lo más gracioso es que, últimamente, los periodistas ganapanes del fútbol peruano, ya están mostrando un poquito de roche, y cuándo van a lanzar sus mentiras esperanzadoras, como que se ríen, ponen cara de: “digo esto porque si no, no me pagan a fin de mes”.


Pero bueno, todo esto del fútbol es lucro: si no se le entusiasma al televidente, no hay venta de entradas para el estadio, no hay venta de periódicos deportivos, no hay venta de cocacolas en graderías, no hay venta de camisetas bambas que apestan a basura, no hay venta de gorritos cojudos rojiblancos, no hay chamba para CMD (sí, ese canal dónde se juran argentinos), no hay cortinas de humo para el gobierno, etc etc etc.

Lo real aquí es que Perú…sí, ¡No va a ir al mundial!, así de simple, apuesto mil dólares a que no va. Pero, para que vean más o menos cómo funciona la artimaña mediática; les dejo este ejercicio:
Miren el siguiente video, mírenlo bien ...




Ahora díganme...

¿No les dieron ganas de alentar a Perú el domingo?


!!!!

martes, 17 de marzo de 2009

La chica de internet.

Era una tarde cualquiera; estaba chateando amenamente cuando, de buenas a primeras, se me va el internet. Frustrado porque sin el Messenger y youtube no tengo nada más que hacer a esa hora, decido bajar a la calle y meterme a alguna apretada e incómoda y mouse-melosa, cabina de internet.

Casi llegando a un negocio de cabinas, a unos pasos de mi casa, veo que la dueña, una señora ya entrada en años, y conocida por ser bastante renegona, está conversando con una chica muy agraciada, que viste con ropas bien cortas y provocativas, lo cual me llama aún más la atención. Ambas conversan en la puerta del negocio, yo prefiero no acercarme, me quedo a unos pasos escudriñando a la linda chica; recuerdo haberla visto antes, nos hemos cruzado un par de veces, hoy la veo mejor que nunca.

La señora dueña de las cabinas le dice a la chica: ya pues, hijita, entonces en media horita vengo, me voy volando, por favor, no dejes entrar a nadie. La chica linda asiente con una sonrisa de niña buena y le dice a la señora que no se preocupe.

Ni bien veo a la vieja perderse volteando la esquina, e impelido por esos impulsos concupiscentes que tengo, me acerco al negocio y toco la reja con una moneda, no tarda en aparecer la chica voluptuosa de ropas cortas. Nos saludamos con un afecto extraño. Hola, una cabina por favor, le digo, haciéndome el tonto. No, sorry pero no puedo alquilar nada, la dueña no está, me ha dejado cuidando su negocio; me dice con un mohín demasiado sensual, con una vocecilla demasiado perturbadora. Muevo la cabeza, ¡caray!, le digo. Si fuera por mí te dejo entrar, pero la señora ha dejado cerrado con llave, me ha dejado encerrada acá, me dice ella mirándome a los ojos, invitándome a que la desee. Crispado sólo atino a decir: bueno, en todo caso regreso más tarde.

De regreso en casa, pienso que esa chica es demasiado, que está muy buena, pienso en lo rica que estaba con ese polito que le dejaba ver el ombligo, y ese short corto de jean. Luego pienso que fui un idiota al no haberme quedado en las cabinas haciéndole el habla a la chica. ¡Era mi oportunidad, era mi oportunidad!, pienso; además, esa chica me miraba con ganas, podría jurarlo. Entonces, obnubilado por el deseo, bajo de regreso a las cabinas, poco me importa hacer un papelón.

Llego y toco la reja, la chica linda sale otra vez. ¿Segura que no me puedes alquilar internet ni unos minutitos?, le pregunto. No, de verdad que no, estoy encerrada con llave, responde coquetísima. ¿Y qué pasa si hay un temblor o un incendio, cómo sales?, le digo. La chica se queda pensando un rato, no sabe que decirme. Sólo quiero mandar un mail, le digo, es cosa de unos minutos. La chica se ríe, me dice que está bien, que me hará pasar pero que no me demore, sólo porque pareces un buen chico, dice. Buena estás tú, pienso yo.

Después de hacerme el tonto por unos minutos, frente a una computadora, llamo a la chica –que está sentada a unos pasos-, y le miento diciéndole que no puedo entrar a mi correo. La chica viene y se sienta a mi lado para tratar de ayudarme. ¿Tú eres familiar de la dueña?, le digo, sólo por decir algo. No, vivo por acá, siempre vengo, la señora me tiene confianza, me dice. ¿Cómo te llamas? Pregunto. Melisa, me dice. Te he visto un par de veces por aquí, le digo. Sí, yo también te he visto, confiesa. Conversamos un poco, nos conocemos. Me doy cuenta de que Melisa tiene unos labios muy bonitos, unos ojos encantadores. Eres muy bonita, digo, arriesgándome. Melisa se ríe, juega con su cabello. ¡Qué rico hueles!, digo acercándome a ella.

Intento besarla, pero Melisa voltea la cabeza, mira a la calle a través de la reja de metal; sin embargo, no se opone a que yo continúe al acecho. Me aproximo más y me acerco a su cuello rosándola con los labios, ella no dice nada. Empiezo a lamerla un poco, a bajar algo más, a tratar de incursionar dentro de su escueto polo. ¡Qué rico!, digo musitando. Estoy casi en la gloria, cuando de pronto Melisa grita: ¡La tía! Y yo: ¿qué tía? Y Melisa: La tía, la dueña, ahí viene. Y yo: ¡La putamadre! Y melisa: ¡Vete ahorita, la tía está casi cruzando la pista! Y yo: ¿Estás segura? Y ella: Segurísima, esa vieja es inconfundible. Y yo: Te espero afuera, habla con la tía y sales.

Melisa me promete que saldrá a darme el encuentro; yo, corro a la reja, la abro, veo que la vieja viene caminando distraída, no creo que me haya visto, salgo disparado. Luego avanzo hasta la esquina y me siento sobre un muro a esperar. Unos minutos después, Melisa sale de las cabinas y camina hacia mí con una sonrisilla de chica rebelde, tan linda, tan osada; y yo siento que esa chica es para mí, me alegro de que se me haya ido el internet.