sábado, 12 de marzo de 2011

Hasta el fondo.

“¿Por qué las vidas se complican?, ¡se joden!, ¡se atrofian!, ¿por qué todo, para poder ser, debe ser complicado?”, piensa Ramirito mientras observa alunado la oscuridad de la calle.

-¡Salud, pues, hermanón! –le dice Pichicho-, no me deje usted con la mano extendida –le añade alcanzándole el vaso descartable lleno de capitán.
Ramirito recibe el vaso e intenta terminarlo de un sorbo. No puede, languidece a poco más de la mitad, el capitán está fortísimo.
-Me quieres tumbar, Pichicho, el trago está muy fuerte. Si no te conociera pensaría que me quieres violar.

Ambos se ríen y luego Pichicho se excusa diciendo que la gaseosa quedó chica, que muy cara la cocacola de dos litros, que mejor así, que quiere emborracharse.

Ramirito termina de secar el vaso descartable en medio de aquél parque desolado donde yacen arrellanados y extrañamente cómodos, donde se han dado cita como todos los viernes desde que se conocen.

-Faltan flacas –aventuró Ramirito, algo desolado.

-Lo de siempre, pero sí pues, con este trago podríamos emborrachar al toque a un par de hembritas. Tú sabes cómo se ponen las hembritas con el ron, les da por abrir las piernas.

-No todas –replicó Ramirito-, una vez conocí a una, Vanesa, la llevé al Rendal y le pedí cubalibre tras cubalibre, y la muy zamarra se los bajaba en una, sin roches, tomaba y no caía, recia para el trago.

-Pero, ¿era de avance?, al menos se picó y agarraron rico seguro –dijo Pichicho.

-Las huevas, no te digo que era recia, después de no sé cuántos tragos seguía igual que al comienzo, y sólo sabía hablarme huevadas: que su familia esto, que su trabajo aquello, que su ex era un idiota, que no quería bailar porque estaba con tacos y le dolían los pies.

-Pendeja, esa clase de hembritas sólo le hacen daño al bolsillo de uno –aventuró Pichicho.Ramirito se sirvió un vaso más de trago, lleno, hasta el tope. Pichicho se mató de la risa.-Feliz día, hermanón.

-El 2012 se acerca, hay que chupar rápido –bromeó Ramirito-, chupa, come y tira como loco, Pichicho, que nos queda un año antes de que los conchudos de los mayas tengan razón y nos vayamos derechito a la misma mierda.-Estás creyendo.

-Más vale prevenir, Pichicho, no quiero que el apocalipsis me agarre frio y con la pinga en reposo. Por lo menos, hasta entonces, me voy a levantar a todas las hembritas que pueda, sin discriminar, seré más efectivo que el incomprendido Rochabus.

Pichicho se rió exageradamente, dando algunos aplausos para acompañar la carcajada. Ramirito terminó el trago y le pasó el vaso a su acompañante.

-tú cuándo no –dijo Pichicho-, ¿qué y vas a dejar a la Micaela entonces?

-Ya no estoy con esa imbécil, la terminé el otro día, mucha huevada ya.

-¡Hablas huevadas!, ¿qué de verdad? –preguntó Pichicho.

-Era un hipócrita, se creía la muy bohemia cuando en verdad era una resentida, además la familia me odiaba, el manganzón del papá, la arrecha de la mamá, la cojuda de la hermana, siempre la estaban poniendo en mi contra.

-Ya cuando la familia se mete es una mierda –colaboró Pichicho, haciendo un rictus de asco mientras se metía de un sorbo el trago-, Pero mejor, está bien que la hayas terminado, te he visto con mejores.

-Sí, pero eso me pasa por meterme a jugar al enamorado. De ahora en adelante relaciones libres, cero saliditas al cine, cero agarraditas de la mano, cero “te amo, amorcito, como tú no hay dos” –dijo, obstinado, Ramirito.

-Salud por eso, hermanón –se alegró Pichicho, levantando su vaso descartable-, ya sécate lo que queda de pico nomás, hasta el fondo –añadió para su amigo, señalando la botella casi vacía.

Ambos engulleron el capitán sin dar tregua a descansos. Terminaron y se rieron, y comentaron que qué fuerte estuvo el trago, que las mujeres de mierda cómo lo hacen tomar a uno, que vamos a la licorería de Javier Prado a comprar otro capitán.

En la oscuridad de la noche, Ramirito y Pichicho caminaron en vilo, perdiéndose entre la neblina que difuminaba las casas, preguntándose cómo no encontraban un par de hembritas para chupar mejor.