jueves, 4 de octubre de 2012

El Camino


Camino y qué diferente se ve todo si no estás. Soy un tipo simple, me conformo con salir y pasear un rato: por donde sea; lento, fingiendo apuro; sin ningún lugar al que ir, con marcado interés por llegar a cualquier parte. Soy feliz con poco, ese ritual es mi versión de tener vida social.

Trato de pasar desapercibido, sé que es algo que logro sin esfuerzo, pero mi actitud redobladamente narcisista me impide creerme un peatón más, y entonces siempre ando con mohines, con medias sonrisas, intentado emprender una tranquilidad que no tengo, con la que no cuento. No como cuando caminaba junto a ti, entonces sí lograba ser alguien: yo mismo.

Mis últimos destinos suelen ser parques, terminó en ellos y me arrellano en alguna banquita acogedora, y pienso, pienso mucho, pienso sobre todo en qué estarás haciendo, y entonces un ramalazo de melancolía y culpa me invaden, y es allí cuando suelo pensar que no debo pensar más en ti, y también en que no debo escribir sobre lo que significas, pero nada de eso logro concretar, y finalmente termino haciendo todo lo contrario.

Tengo que confesar que lo que me anima a salir y caminar, es el hecho improbable de que alguna vez podamos cruzarnos en el camino. Dado que tú no sabes eso, si alguna vez nos cruzamos, habré sido yo el que irrumpió en tu camino, y no una obra de la tan etérea coincidencia.

Como aquella vez en que, sin que lo sepas, nos topamos de casualidad (una casualidad que podría haber llevado mis intenciones). Yo merodeaba por unas calles cerca a tu casa, admirando con nostalgia algo que alguna vez me fue tan familiar, y mientras cavilaba en eso y trataba de imaginarte por allí, de repente te dibujaste en la acera de en frente, y yo me froté los ojos incrédulo, como si se tratase de un espejismo.

Te vi y dude en presentarme, no era lo correcto, sabía que no debía, pero tú ya sabes cómo soy, a veces tan atolondrado. Así que corrí a cruzar la acera, y luego a seguirte los pasos mientras te veía de espaldas, con tu cabello ensortijado moviéndose de un lado a otro. Caminé cada vez más rápido porque te alejabas, luego volteaste en la esquina, casi corriendo hice lo mismo, pero ya era tarde, habías subido a un taxi y yo solo pude verte apoyada sobre el cristal, pensando seguramente en cualquier cosa, menos en que yo te estaba observando.

Pienso que tal vez salir a dar un paseo no sea algo tan simple después de todo, quizá hay algo más, tal vez no se trata de caminar, sino de caminar hacia ti, de repente no se trata de un paseo, sino del hecho egoísta de buscarte inocentemente. Es una reflexión valida, jamás podré mentirte, no soy un tipo simple, sino más bien uno orgulloso.