lunes, 16 de febrero de 2015

Vivir del humo

Me ahogo de sólo imaginarlo. Aunque valgan verdades lo he intentado en alguna ocasión, dejándome arrastrar por lo liviano de la vida hecha un sueño más. He llamado humo a todas esas cosas ubicadas en las bancas del limbo entre lo consciente y lo inconsciente, quiero decir, entre la realidad y los mil y un mitos que nuestro empeñoso cerebro puede crear sobre una situación determinada.

No me gusta ver gente que vive de la humareda que son sus sueños pronunciados como realidades. basta con reunirte después de tiempo con alguien, que de pronto te está contando que si, hermanito, empiezo mi tramite de la visa y me voy para los yunaites, y me vuelvo el latin lover, y luego te habla de mil planes que disfruta sentado aún en la horrible lima, sin plata, y gorreandote encima un cigarrito.

por eso mismo trato de mantenerme ajeno a facebook, por ejemplo, donde el humo llega a su punto más alto. y al entrar y darle una chequeadita así nomás parece que estás entrando a una vivienda de la cuadra 6 de la av renovación, así, harto humo, harto vaho de hechura marihuanera. Y ves centenares de post de efímeras alegrías cortoplacistas, entusiastas por cosas que nunca serán, y que menos van a ser si sigues posteandolas en vez de hacer algo por lograrlo. Pienso. Reniego. Me frustro. 

Cuando he vivido del humo me ha ido bastante mal, como si se tratase de un hechizo malevolo, siempre me ha pasado todo lo contrario a lo que expelía en el rico humo. Porque lo cierto es que es riquísimo dejarte llevar por el humo contando proyectos que ni si quiera he emprendido, y disparar nomás, a sangre fría, como quien usa su tarjeta de crédito sin reparar en que no tendré cómo pagar luego.

Cuando lo he hecho he sido feliz cuestión de minutos, y luego me sentía un reverendo huevón.


Por lo general a la gente le gusta vivir del humo, es una forma de vida cotidiana, es más vida que la vida misma incluso. Y a nadie parece importarle que luego nada salga, pues hay una fabrica de humaredas dentro del peruano, y ese vaho parece reinventarse ante el fracaso.
mucho me ayudó una frase de la película Cinema Paraiso, en donde un mentor le dice al protagonista que se desvivía hablando de sus planes: "no quiero oírte hablar, quiero escuchar a otros hablando de ti".