jueves, 31 de enero de 2013

Los nuevos.

Lo que puede determinar un inocente corte de cabello, ¿no? No va que, a riesgo de resultar narcisista, es importante hacer un recontar de las profundas desventuras (por no decir catástrofes) que puede implicar un acto terrorista en el área capilar.

como el entrañable año pasado fue para mi uno sabático, esa lectura le doy, pues logré vivir sin trabajar, sólo de escribir... haciendo, claro, las salvedades de que para mi escribir no es trabajar, y vivir de escribir no significa si quiera tener un sueldo modesto... me entregué al descuido y la veleidad de no pisar peluquería alguna, y dejar que mi cabello crezca a la par de mi entonces buenavida.

sin embargo, como me prometí que haría de este año uno decente, uno que no que me haga distinguido (ya que haber publicado dos libros solo te da una distinción entre las dos o tres personas que leen en tu entorno), y entonces: ¡Bingo!, consigo un puesto de trabajo...

Apenas me hice del puesto me fui a cortar el pelo, porque uno siempre tiene que estar con cara de idiota en un trabajo nuevo, ¿no? Pero, qué suerte la mía, me topo con una peluquera que según me confesó era también nueva en su salón de belleza, y en ese momento fui un redoblado idiota, una bestia peluda, y sin más me puse en manos de aquella aventurera de las tijeras.

paso que daba la estilista, cagada en la que incurría. Yo perplejo, solo oraba en silencio, rogando piedad. La estilista reía, coquetona era, "vas a quedar con tu corte de moda" me decía. Para cuando terminó el espejo me devolvió una imagen terrible, con una cabellera que no le deseo a nadie, o a "nadies" como decía la estilista.

con el folclórico arte de la peluquera plasmada en mi cabello, me dirigí a mi centro de labores, y la aceptación que tuvo fue tal, que perdí todo respeto. Lo sé, o lo intuyo fuertemente al menos. La gente cree que soy un chiquillo tonto, trémulo, nervioso, pueril... cojudo. Y yo no sé cómo demostrar todo lo contrario, pues cualquier acción que haga, bajo el marco de un peluquín en forma de casco, solo me hace terminar más ridículo de lo que parezco.