viernes, 21 de mayo de 2010

Alguna vez...

Ramiro extiende los brazos, como estirándose, aún recostado sobre la cama destendida de su habitación. Primero inhala un poco de aire evanescente y luego se las arregla para poner play en el equipo de música y arrancar a escuchar, una vez más, el cd de un grupo que le presentaron hace poco y que le encantó, 311.

Ramiro cierra los ojos y se ve caminando, andando por ahí, bigardeando nada más. Se ve feliz, se nota alegre, entusiasmado.

Pronto va reconociendo algunos lugares que él ha hecho suyos. Primero el parque donde suele jugar algunos partidos de fútbol con sus amigos del barrio, ese parque cómplice y añejo que tantas alegrías le ha procurado, porque Ramiro sabe meter sus buenos goles, e intuye que, a sus dieciséis años, aún puede llegar a ser jugador profesional, por qué no.

Ve en su devaneo a sus amigos del barrio, a los chicos que siempre lo acompañan y lo secundan y lo ven como un líder a pesar de que Ramiro no es precisamente un guerrillero digno de encomio. Él atribuye su rango a que es el único del grupo que ha ingresado ya a la universidad, y a que siempre se está haciendo el rebelde y el mundano, y a que es muy capaz para narrar acontecimientos alucinados, y gracias a ello convenció a todos de que ya tenía enamorada y que ya había tirado en más de una ocasión.

Se sabe hacer respetar Ramiro, sabe qué decir para ganarse el encomio popular.

Pero Ramiro aún es muy joven e iluso como para erigirse como un hombre taimado y ladino. Aún está descubriendo cosas y probando cosas, y tratando de convencerse de que el mundo es color de rosa, rosa, como su amor ciego y entregado por Amanda, la chica que le presentó a 311.

Ramiro recuerda que Amanda lo tiene loco, lo tiene perdidamente enamorado, pues ella es una chica linda, es una chica que cumple a la perfección las demandas de cualquier hombre en la tierra, y recuerda que él quiere casarse con ella y vivir juntos y tener hijos incluso. Entonces Ramiro, echado en su cama, recuerda a Amanda pero no se hace una paja o la alucina rico a la rica de Amanda, no señor, él la recuerda y musita socarrón “me gustas, Amanda, me gustas mucho. Amanda, ¿quieres ser mi enamorada?, ¿te gustaría estar conmigo?

Termina una canción y empieza a sonar una nueva. Ese sobresalto hace que Ramiro pierda el hilo y se ponga a pensar en otra cosa.

“Esa canción me gusta”, piensa Ramiro, “me encanta esa guitarra, me gustaría aprender a tocar guitarra algún día.”. La canción continúa, Ramiro sigue la letra, la canta con una pasión escondida; no tarda en notar que va desentonado, que su voz ronca y cero meliflua están menoscabando la refulgente canción. “odio no tener buena voz, detesto no servir para cantar.” Ramiro recordó apenado las palabras de su profesora de música en el colegio, cuando él postuló al coro y ella, tajante, lo rechazó a las palabras de: “no sirve para el canto, alumno.”

Ramiro ve una foto inmensa de Angelo Kriss, su cantante favorito, pegada en la pared frente a él. Ve a su ídolo y lo escudriña cavilando en que Angelo Kriss es un fumón mal, un drogadicto empedernido, y a pesar de eso (o por ello mismo) él es súper famoso y súper buen cantante y súper bueno con las chicas y súper buen líder de su banda. Entonces Ramiro se agarra la cabellera y lamenta haber arrugado cuando, días atrás, uno de sus compañeros de la universidad le ofreció droga. “la próxima avanzo con todo”, se promete.

Cuando el cd de 311 está a punto de culminar, la noche se hace más profunda y el cielo luce diáfano y estragado. Ramiro entiende que es tarde, se recuerda que mañana es su cumpleaños número diecisiete. Recuerda también que, como todos los años, su padre y su madre y su hermana irrumpirán en su habitación, temprano en la mañana, para cantarle el cumpleaños feliz, actividad que Ramiro ve con ojos desdeñosos, pues ya no es más un niño, y “eso es cosa de niños, son tonterías.”

El cd se termina, Ramiro apaga el equipo de música y luego se acuesta y se arrellana en la cama. Ramiro cierra los ojos recordando a sus amigos, esperando nunca separarse de ellos; recordando a Amanda, entusiasmándose con el deseo de volverla a ver, volverle a hablar, de decirle te quiero; recordando a Angelo Kriss y pretendiendo emularlo, parecerse a él; recordando que mañana es su cumpleaños y sonriendo en silencio, porque no se imagina un cumpleaños sin su familia cantándole temprano por la mañana.



Felice giorno!!!!