lunes, 23 de marzo de 2015

Ha anochecido

No puedes esquivar las balas todo el tiempo, alguna vez resultarás herido. La vida es así, no existe la perfecta suerte. He escuchado esa frase dentro de mi cabeza y he sentido que el camino es amargo y lúgubre, más aun bajo esta noche que empieza con aquel extraño cielo.

y es extraño porque es hermoso, y sin embargo amenazante y misteriosamente incierto. Es como eres tu conmigo.

aquel cielo que veo encumbrándose en lo más alto parece también que anunciase la llegada de un desastre, de un huracán o un tornado devastador. Es extraño porque me recordó a ti llegando a las orillas de mi alocada existencia, al propio interior mío, a mi alma y mente, nubladas por estos tiempos, embriagadas de incertidumbre.

así es el dolor, que no es más que la onda expansiva tras el estallido de una realidad adversa, negativa y radical. así se muestra cuando los intentos por lograr algo han sido en vano, y otra cosa superior a todo se rie de ti, Llamémosla  El Destino, por ejemplo, como si el destino se burlase de tus torpes intentos por conseguir algo que no está escrito para ti.

entonces es como librar una batalla contra algo fantasmal, algo que no existe, solo eres tu en medio de universo.Solo, por la inanidad tuya, la inanidad de tus sentimientos quiero decir. Y mira que bonita palabra inanidad capaz de describir cabalmente el todo que es tu nada para conmigo.

No puedes esquivar las balas todo el tiempo, pero herido sabras al menos arrastrarte, o aprenderás a hacerlo a la fuerza, hasta refugiarte, asimilar el dolor y volverte uno junto a él. Hasta que tras un intenso parpadeo final, despiertes sano y más fuerte de la amarga pesadilla.




lunes, 16 de febrero de 2015

Vivir del humo

Me ahogo de sólo imaginarlo. Aunque valgan verdades lo he intentado en alguna ocasión, dejándome arrastrar por lo liviano de la vida hecha un sueño más. He llamado humo a todas esas cosas ubicadas en las bancas del limbo entre lo consciente y lo inconsciente, quiero decir, entre la realidad y los mil y un mitos que nuestro empeñoso cerebro puede crear sobre una situación determinada.

No me gusta ver gente que vive de la humareda que son sus sueños pronunciados como realidades. basta con reunirte después de tiempo con alguien, que de pronto te está contando que si, hermanito, empiezo mi tramite de la visa y me voy para los yunaites, y me vuelvo el latin lover, y luego te habla de mil planes que disfruta sentado aún en la horrible lima, sin plata, y gorreandote encima un cigarrito.

por eso mismo trato de mantenerme ajeno a facebook, por ejemplo, donde el humo llega a su punto más alto. y al entrar y darle una chequeadita así nomás parece que estás entrando a una vivienda de la cuadra 6 de la av renovación, así, harto humo, harto vaho de hechura marihuanera. Y ves centenares de post de efímeras alegrías cortoplacistas, entusiastas por cosas que nunca serán, y que menos van a ser si sigues posteandolas en vez de hacer algo por lograrlo. Pienso. Reniego. Me frustro. 

Cuando he vivido del humo me ha ido bastante mal, como si se tratase de un hechizo malevolo, siempre me ha pasado todo lo contrario a lo que expelía en el rico humo. Porque lo cierto es que es riquísimo dejarte llevar por el humo contando proyectos que ni si quiera he emprendido, y disparar nomás, a sangre fría, como quien usa su tarjeta de crédito sin reparar en que no tendré cómo pagar luego.

Cuando lo he hecho he sido feliz cuestión de minutos, y luego me sentía un reverendo huevón.


Por lo general a la gente le gusta vivir del humo, es una forma de vida cotidiana, es más vida que la vida misma incluso. Y a nadie parece importarle que luego nada salga, pues hay una fabrica de humaredas dentro del peruano, y ese vaho parece reinventarse ante el fracaso.
mucho me ayudó una frase de la película Cinema Paraiso, en donde un mentor le dice al protagonista que se desvivía hablando de sus planes: "no quiero oírte hablar, quiero escuchar a otros hablando de ti". 

lunes, 5 de enero de 2015

La caminata secreta del uno del uno



Había escrito mi nombre en la arena usando como lápiz la punta de mi pie. Estaba en medio de la oscuridad en aquél albor de la madrugada. Seguramente me salió cualquier cosa, aunque en realidad eso era lo de menos. No buscaba una obra de arte, sólo un recuerdo mió que dure en la orilla minutos, si acaso instantes, o lo que demore en llegar una ola.

No olvido aquellas ráfagas de colores que pintarrajeaban la oscuridad fugazmente. aquellas explosiones por medio de la cual muchos intentaban expresar su alegría por el nuevo año. No me molestaron gran cosa, no era como en la ciudad, donde cada tronar es un respingo y un cerrar de ojos abrupto. Aquí no. En medio de la inmensidad que significa una playa nocturna, aquellos truenecillos eran en realidad un cosquilleo que incluso me divertía, era lindo achinar los ojos para tratar de observar el mar en tinieblas por un lado, y al girar la cabeza pequeñas lluvias de colores salpicadas en las nubes grises.

Debía ser el único caminante. Mi iniciativa sería obsoleta en año nuevo para cualquier otro. Eso lo hacía tan interesante para mí. Debo ser anacrónico. Estaba un poco harto de pláticas fatuas,  bullas, de gestos, de embriagues de tantos tipos que hay. Hacía tiempo que planeaba en secreto esta caminata.

En un determinado momento, mientras caminaba mojado hasta los tobillos a lo largo de la playa, me coloqué los audífonos y escuché una canción sobre Estar Bien, y otra sobre Estar Feliz, y tuve entonces una sonrisa llena de paz que me hubiese gustado fotografiar para la posteridad, porque realmente me estaba sintiendo bien y feliz, caminando errante, extraviándome entre en el mar y la oscuridad cómplice.