sábado, 5 de julio de 2008

Préstamos a mano armada.

No es una novedad que transitar libremente/desprevenidamente en esta ciudad puede conminarnos a un sin fin de acontecimientos nada gratos, pues los ladronzuelos y demás gente dedicada al mal vivir pululan itinerantes y ansiosos de cruzarse con algún incauto para pedir una propina - ó para hurtarla ferozmente – si el mecenas no colabora.
Personalmente debo decir que duermo tranquilo al saber que no han sido pocas las veces que he colaborado –De la manera más desprendida- con estos personajes tan de bandera, tan de exportación. Hubo una en especial que recuerdo ahora anecdóticamente.
Era viernes y como es costumbre después de clases los alumnos cambiaban las aulas y los libros por los bares de reputación dudosa y los tragos que no contaban con ninguna reputación –Tarea que no resultaba muy difícil -, mis amigos y yo – profundos respetuosos de las tradiciones universitarias- terminamos bebiendo con una vehemencia que era de temer.
Eran las diez de la noche y teniendo en cuenta que empezamos la sesión casi al medio día decidimos dar por concluida nuestra reunión de estudio – de licores y otras perlas -. Caminé con poca presteza hacia el paradero de autobús, me acompañaba mi amigo Jóse que vivía cerca de mi casa y entre conversaciones alucinadas llegamos a esas bancas de madera donde la gente espera los colectivos.
No era muy tarde, había una cantidad considerable de gente en el paradero: niños, secretarias, familias, uno que otro vendedor, todos esperando su respectiva movilidad.
Jóse y yo nos sentamos y continuamos hablando, en realidad solo él hablaba, yo estaba perdido en unas cavilaciones producidas por esa versión espuria de Johnny walker que tomé.
De pronto un automóvil que venía a gran velocidad se estacionó bruscamente ante nosotros irrumpiendo la vereda - y la tranquilidad de los transeúntes que estabamos ahí - bajaron del auto dos sujetos, morenos ambos, vestidos con ropas estragadas, rostros adustos, un tercer personaje permanecía en el auto sujetando el timón y con un mohín vigilante. Uno de los morenos se instalo a mi lado y el otro al lado de Jóse. Ya perdieron primito dennos todo lo que tengan y sin hacer bulla- musitó el que estaba a mi costado.
Mi primera reacción fue de temor, vi a jóse y el moreno que le había tocado a él era más pertinaz pues sacó un cuchillo y se valía de este para señalarlo.
Amigos tranquilidad, no es necesario sacar un cuchillo, dije y el de mi lado inmediatamente sacó una pistola. ¿Y esto será necesario? – preguntó. Acto seguido empezaron a rebuscarnos, yo traté de razonar. Señores ante todo quiero decirles que los comprendo, se que la calle esta dura y que su deber es producto de la necesidad, les digo todo esto por que yo pertenezco a la iglesia que ven enfrente – y señale una iglesia cristiana que me llamó la atención cuando llegamos al paradero.- precisamente salimos nosotros de una charla pastoral – aunque mi aliento avinagrado producto del alcohol te demuestre todo lo contrario, pensé – y hoy justo hablábamos de que Dios puede perdonar todos los pecados menos el robo, hay que tener en cuenta que estaba yo bebido y bajo latente amenaza de un balazo, sin embargo el ladrón de mi lado me presto atención y parecía crédulo. Ya cállate oye florazo y saca todo lo que tienes –retruco el que le tocó a jóse, que a propósito ya le había sacado la billetera, el celular y el reloj.
Para mi mala suerte en ese instante suena mi celular producto de un mensaje de texto. ¿Ya ves? Ahí tienes celular, dámelo- dijo el ladrón de mi lado – al que anestesié con mi discurso cristiano. ¿Me permite ver el mensaje hermano? – pregunté solo para ganar algo de tiempo a ver si llegaba la policía o alguien nos ayudaba. Ya pero rápido –respondió el asaltante que no me dejaba de apuntar con el arma. Miré de soslayo a jóse, el ladrón le estaba quitando la mochila, terminé de atisbar el mensaje, el de la pistola me quito el celular. Hermano – dije con voz de monaguillo compungido- ¿cree que sea factible que me deje el chip? . Toma, sácalo al toque. - dijo, parecía no tenerme aversión. Me dio mi celular, saqué el chip, le devolví el celular. En ese momento el que le toco a jóse, tras quitarle todo, gritó: !vamonos!, !vamonos!.
Ambos subieron a tropezones al auto, se escuchó un chillido de llantas, el auto desapareció junto con mi celular y todas las cosas de valor de mi amigo.
La gente nos miraba sorprendida, jóse sollozando: caminaré a mi casa - dijo. No lo podía dejar solo. Espérame te acompaño – alcancé a decir. Pasamos entre miradas lastimosas y voces que musitaban lo acontecido.
Caminado en la noche, por esas calles desangeladas, un silencio abrumador, recordé lo que decía aquel mensaje inoportuno: "Cuidado que las calles están peligrosas" – tu mami.

4 comentarios:

  1. weno felizmente tu siempre has tenido buen floro pues y en este caso te ayudo mucho xD

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  2. Hemos llegado a un consensus: "eres un tarado"!!!!jaajajajaaj

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  3. Hemos llegado a un consensus: "eres un tarado"!!!!jaajajajaaj

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