domingo, 7 de noviembre de 2010

El sueño americano.

Cuando era muy chico, un niño atontado y silente, y veía por la recién llegada televisión con cable algunos programas estadounidenses, de esos que muestran la vida sosegada y relax y cool de la gente en el norte, como esas series que te susurran que la vida misma en América es una rosada comedia romántica, recuerdo que se anegaba de ilusiones mi mente y volaba en el imaginario de mi inconsciencia a soñar que me gustaría vivir en Estados Unidos.

Más o menos, por esos tiempos, recuerdo que soñaba también con ser actor, por recrear personajes ficticios y vivir en mundos ajenos. Recuerdo que me entusiasmaba la idea.

Con el tiempo –el verdugo de ilusiones-, entendí que mi destino –mediato- está acá y no allá, es decir, que no viviría en Estados Unidos porque acá forjé mi vida, y porque no sé hablar inglés, y porque no tengo visa, y porque terminado el colegio mi padre me obligó a ingresar de inmediato a la universidad (pagando por lo bajo para ingresar sin dar examen de admisión) y entonces, claro, mi camino defirió de mis sueños de niño y me preparé para vivir aquí y no ser actor.

También desde niño, desde que era un primarioso, me apasioné no sólo por los programas de nickelodeon y por ser actor, sino por descubrir, indagar y sumergirme en una exploración desaforada por el sexo y por todas esas prolongaciones del deseo que tanto sentido le dan a la vida como la conocemos.

Mientras pasaba el colegio, me adiestraba cada vez más en el arte de la sexualidad y en el duro pero satisfactorio oficio del autoservicio, analizando al milímetro cantidades de escenas triple equis que veía en los canales de cable estadounidenses, donde me rompía el ojo atisbando californianas sumiéndose en bajezas.

Cuando perpetré mi inauguración en el terreno físico-sexual, o sea, en el choque real cuerpo a cuerpo con una chica, cometí cada paso tal y como había aprendido viendo a los musculosos de las películas porno. Traté de emularlos y, a mis trece años, creo que le dejé una buena impresión a la vecinita que me acompañó aquella tarde de estrenos.

Tres años después ingresé a la universidad, y cinco años después la terminé, y todos esos años estuve secundado por un instinto lascivo de temer, el cual me obligaba a frecuentar encuentros disparatados y efervescentes que contribuían a mi curriculum sexualum . Siempre, a la par, veía agazapado las mal llamadas películas para adultos, sometiéndome a rigurosas escenas onanistas cada noche.

De pronto siento que todo tiene sentido, y que las cosas que uno vive no surgen de la noche a la mañana, sino todo lo contrario, se lucubran en determinados momentos para luego pasar de ser de una gota de agua a un océano inmenso, de una semilla a un árbol frondoso, cosas por el estilo.
Cuando terminé la carrera me dediqué a escribir y me apasioné tanto por ello que queda fuera de lugar y discusión las ideas de mi niñez de ir a Estados Unidos y ser actor.

No tengo la dicha de formar parte de la PEA (población económicamente activa), pero sí de la mucho más exquisita PSA (población sexualmente activa), por lo que me esfuerzo a diario por no dejar de pertenecer a tan selecto grupo. Sin embargo, por más de que con orgullo y placer pertenezco a la PSA, soy también amante fiel de la autoayuda, y no por tener encuentros afiebrados con féminas dejaré de ver videos de californianas sumisas en la web.

Entonces, en las madrugadas, cada vez que culmino suspirando con mis sesiones de videos de gringas esculturales, pienso con nostalgia que mi sueño de niño no es tan descabellado, no es tan utópico. Siempre termino pensando que me encantaría protagonizar aquellos videos y, si acaso, me paguen en dólares por ello. Eso es algo que inevitablemente me viene a la mente tras un orgasmo manual.

Por último, qué irónica me sienta la vida, pensando que los deseos pueriles que invadían mi cabeza en la infancia hoy están más vigentes que nunca: vivir en Estados Unidos y ser actor, ¡claro que sí! Protagonizando ese cine tan sufrido y abnegado que es el triple equis.

4 comentarios:

  1. Sigues escribiendo hasta las huevas oye... cuanta gente te lee, pobre y triste imbecil?

    Niño atontado y silente? Yo diria que sigues siendo un pobre cojudo alienado de mierda que se alucina la nueva Silvia Nuñez... ja ja ja ja

    Lo unico en comun que tienen ustedes es que son un par de fumones, escriben mierda y se alucinan los escritores del milenio... hasta un simio tiene mas sensibilidad que ustedes dos.

    Asi que ahora te botas como cacherito... ja ja ja ja... ya me han contado que le tienes miedo a las hembritas, te chupas con ellas... ja ja ja ja... claro pues, en el blogger todo el mundo es lo maximo... pero a la hora de la verdad... tremendo cabrazo reprimido resultaste... fumon cagon!

    A ver si tienes los cojones de dejar pasar este comment, baboso!

    ResponderEliminar
  2. hahahahahahahaahaha
    Gracias por comentar,
    para la proxima dejas tu nombre.

    ResponderEliminar
  3. buen post, me gustó... aunque eres medio pervertido!

    ResponderEliminar

¿qué opinas al respecto?